Hay en el lobby un suceso,
un piano tocando a un hombre.
Lo asesina,
lo revive,
lo levanta,
lo contorsiona.
Es un virtuoso titiritero.
Le tiene atadas las manos
a algún lejano recuerdo,
y supongo
(porque grita mudo en un gesto)
que el hombre trae un delirio
que lo jala desde otro extremo.
Abren en el silencio una grieta,
ventana a otro universo,
el piano lo encuentra al paso,
lo sujeta,
lo deja ir,
lo recoge,
y en solo un acorde,
lo vuelve papalote,
lo levanta por el cielo,
lo hace olvidar su nombre.
Lleva años reparándole los dedos,
de alguna sequía quizás
que lo dejó sin melodías en ellos.
Lo embruja,
lo alimenta,
lo llama a su encuentro.
Los he visto huir,
ese piano es un capitán,
ese hombre un barco,
ese tema
un océano adverso.
Y me hacen pensar
que son íntimos viajeros,
que se gruñen
y contentan.
Esos dos locos,
se conocen de hace tiempo.
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